lunes, 17 de febrero de 2014

IX CARRERA POR MONTAÑA SIERRA DEL COTO

El fresco de la mañana, de ese 26 de enero, era cortante pero el día alumbraba un sol que nos calentaría, poco a poco, y haría que nuestras piernas entumecidas volaran por las montañas de Monovar.
Bonito sitio, pensé y entre pensamientos y encuentros con gente que llevaba tiempo sin ver, mi otro yo, me hablaba y me decía que hoy iba a sufrir mucho.
Emocionalmente estaba tocada y físicamente también, pero intentaré sonreir en cada paso, porque sin tí, montaña, yo no soy la misma... Comenzamos a trotar, yo, me coloqué de las últimas y poco a poco, comenzamos a subir.
Llegué al primer avituallamiento cansada. 

Tocaba la subida de la carrera, una subida que se me hizo más cuesta arriba de lo que realmente era. 
Paradas, pensamientos, paradas y lágrimas.
Una carrera preciosa pero que me estaba costando la piel.
Entre respiraciones y pasos cortos, me encontré una flor y una princesa; me dieron ánimos y me arrancaron una sonrisa.
De repente, la cima, el punto más alto, km 12 de la carrera... alli arriba, me desanimé, porque el chico ya había recogido todo. Me preguntó, pero aún queda más gente? yo le miré y dije, si yo y dos más.
Psicológicamente me hundí, me sentí pequeñita pequeñita y de repente, la rabia recorrió todo mi cuerpo. Comencé a castigarme psicológicamente y entre riñas internas y demás tropezones, llegué a otro avituallamiento. 
La idea de retirarme se me hizo más que presente pero, la idea de pasar por debajo del arco de meta fué más fuerte, así que entre pequeñas dudas y dolor de personalidad, continué corriendo.
Bajé, subí, subí y subí, volví a pasar por el avitualliento y de ahí, que ya iba la última y con el coche de protección civil detrás, me relajé y dije, bueno lo importante es terminarla.  
Si, si si si, me decía mi orgullo... eres una repakete total, has tocado fondo y ahora, te verán todos llegar la última y efectivamente, cuando me aproximé al arco de meta, marcaba 3 horas y 51 minutos. 
Por un lado, me alegre de entrar dentro del tiempo máximo permitido, pero cuando me ví, alli, detrás del vallado, a Sara, Héctor, Manuel y Jose, me derrumbé. 
Me agarré a Sara llorando como una magdalena, avergonzada por como había terminado, besé a Jose. Devolví el chip, recogí la camisa y comí algo. 
El camino de vuelta, iba haciéndome la dormida y escuchando hablar a Jose y a Manuel. 
Llegué a casa, me duché y fuimos a comer. Y de repente, me llegó una frase de una amiga, "NO ESTA EN VECEN SIEMPRE SI NO EN NO RENDIRSE NUNCA" me recorrío un paz interior que me hizo cambiar la cara y el ánimo, me hizo pensar en la ultra de Las Palmas y reconocer que mi cuerpo estaba cansado, mejor dicho, agotado. Así que, ahora, lo único que me queda, es mirar para arriba.

No hay comentarios: